Más allá del mito químico: psicodélicos y el paradigma procesual de la salud mental

Por María Mirón, Psicóloga Clínica | AMMEV

1 Septiembre 2025

En 2022, Joanna Moncrieff y colegas publicaron un umbrella review que sacudió los cimientos de la psiquiatría biológica, al mostrar que no existe evidencia para respaldar la teoría serotoninérgica de la depresión (Moncrieff et al., 2022). Durante décadas se repitió como hecho científico en consultorios y aulas de medicina que la depresión tiene su etiología en un “desequilibrio químico” corregible con fármacos, pero la revisión sistemática de meta-análisis de esta profesora de psiquiatría de University College de Londres evidencio ese paradigma como un mito cultural más que una realidad clínica. La implicación es radical, pues si el sufrimiento humano no se reduce al 5-HT, tampoco su tratamiento puede reducirse a un ajuste químico lineal.

Es en este terreno, marcado por la crisis del paradigma reduccionista, donde resurgen los psicodélicos. Moléculas como la psilocibina, MDMA o ketamina muestran resultados clínicos prometedores en depresión resistente, adicciones y estrés postraumático (Carhart-Harris & Goodwin, 2017; Mitchell et al., 2021; Reiff et al., 2020). Pero lo que realmente desafía al modelo imperante no es solo la eficacia de estas sustancias, sino en que operan no como “curas directas”, sino como catalizadores de procesos.

La investigación sugiere que su impacto no sigue una relación lineal dosis-efecto. Por el contrario, depende de condiciones complejas: la preparación, la seguridad del contexto, la calidad de la relación terapéutica, el momento vital de la persona, o la intención (lo que Leary en 1961 llamó set and setting) (Hartogsohn, 2016). Una misma dosis puede generar experiencias muy distintas, así como un mismo paciente puede transitar efectos radicalmente diferentes en sesiones sucesivas. En otras palabras, se trata de procesos no-lineales, donde los cambios emergen de la interacción dinámica entre biología, mente y entorno.

Los ensayos con psilocibina han demostrado que una o dos sesiones, acompañadas de psicoterapia intensiva, pueden generar remisiones sostenidas en depresión resistente (Davis et al., 2020; Carhart-Harris et al., 2021). La terapia asistida con MDMA ha mostrado tasas de respuesta inéditas en TEPT severo, superando a las psicoterapias tradicionales (Mitchell et al., 2021). Y aunque la ketamina suele ser presentada como un fármaco con efectos rápidos, la evidencia apunta a que los beneficios se prolongan solo cuando hay un trabajo de integración que permite traducir la experiencia en cambios de vida (Bahji et al., 2021; Wilkinson et al., 2019).

El punto en común es claro: lo que transforma no es únicamente la molécula, sino la red de procesos que se activan alrededor de ella. Como señalan Yaden y Griffiths (2021), los efectos subjetivos, emocionales, narrativos y existenciales, son necesarios para la eficacia terapéutica, lejos de ser un simple epifenómeno. Esta constatación desestabiliza el paradigma biologicista, acostumbrado a buscar causas únicas, sobre-especifistas y soluciones lineales.

La Medicina del Estilo de Vida comparte esa incomodidad y esa promesa. También se aparta del fetichismo de la molécula para mirar los procesos, e interrogar cómo dormimos, cómo comemos, cómo nos vinculamos y cómo nos conectamos con la naturaleza. Ninguno de estos pilares “corrige un déficit químico” de manera lineal ni directa. Más bien, actúan en redes complejas y dinámicas, donde pequeños cambios pueden generar transformaciones en cascada; por ejemplo dormir mejor regula las emociones y modifica patrones de alimentación; la actividad física potencia la neuroplasticidad y al mismo tiempo facilita la conexión social; el contacto con la naturaleza reduce el estrés y fortalece la inmunidad. El impacto en la salud mental emerge, entonces, de la interacción no-lineal de múltiples procesos que se amplifican mutuamente (Sarris et al., 2020).

Tanto los psicodélicos como la Medicina del Estilo de Vida nos invitan a dejar atrás la ilusión de las soluciones lineales y abrirnos a un paradigma complejo, donde la salud no se entiende como la corrección de un error químico, sino como la emergencia de equilibrios dinámicos entre cuerpo, mente, vínculos y cultura. El desafío es enorme porque implica reconocer que no hay atajos moleculares que sustituyan la experiencia humana, pero también que en la complejidad de los procesos se esconde el verdadero potencial transformador de la salud mental.

Referencias


Bahji, A., Vazquez, G. H., Zarate, C. A., & Sinclair, J. (2021). Ketamine for treatment-resistant depression: A systematic review and meta-analysis. Journal of Affective Disorders, 278, 542–555.
Carhart-Harris, R. L., & Goodwin, G. M. (2017). The therapeutic potential of psychedelic drugs: Past, present, and future. Neuropsychopharmacology, 42(11), 2105–2113.
Carhart-Harris, R. L., Giribaldi, B., Watts, R., et al. (2021). Trial of psilocybin versus escitalopram for depression. New England Journal of Medicine, 384(15), 1402–1411.
Davis, A. K., Barrett, F. S., May, D. G., et al. (2020). Effects of psilocybin-assisted therapy on major depressive disorder: A randomized clinical trial. JAMA Psychiatry, 78(5), 481–489.
Hartogsohn, I. (2016). Set and setting, psychedelics and the placebo response: An extra-pharmacological perspective on psychopharmacology. Journal of Psychopharmacology, 30(12), 1259–1267.
Johnson, M. W., Richards, W. A., & Griffiths, R. R. (2008). Human hallucinogen research: Guidelines for safety. Journal of Psychopharmacology, 22(6), 603–620.
Mitchell, J. M., Bogenschutz, M., Lilienstein, A., et al. (2021). MDMA-assisted therapy for severe PTSD: A randomized, double-blind, placebo-controlled phase 3 study. Nature Medicine, 27(6), 1025–1033.
Moncrieff, J., Cooper, R. E., Stockmann, T., Amendola, S., Hengartner, M. P., & Horowitz, M. A. (2022). The serotonin theory of depression: A systematic umbrella review of the evidence. Molecular Psychiatry, 27(5), 1801–1813.