Más allá del yo y del tú: el Congreso, el Kasàlà y la co-construcción de la salud
Por María Mirón, Psicóloga Clínica | AMMEV
1 Julio 2025
Reflexiones desde el 5to Congreso Internacional de Medicina del Estilo de Vida.
Hace una semana regresé del 5to Congreso Internacional de Medicina del Estilo de Vida de AMMEV. Llegué con el cuerpo cansado y el corazón muy vivo. Una semana antes, estaba en París, celebrando con mi amiga Lara la culminación de su proyecto de Medicina Narrativa en el hospital Marie-Lannelongue. Veo que ambos espacios han abierto grietas en la lógica biomédica tradicional, permitiendo que las historias, la vulnerabilidad y la dimensión poética de la experiencia humana entren en los espacios clínicos. Lo que Rita Charon denomina “medicina narrativa” -esa que honra las historias de enfermedad como parte del proceso terapéutico- no es un adorno ético, sino un verdadero giro epistemológico en la práctica médica contemporánea¹.
Entre París y Ciudad de México, me moví con un cierto vértigo. Cargaba en la maleta más que ropa: llevaba preguntas sobre lo que significa ser hoy profesional de la salud en un mundo donde el sufrimiento muchas veces se gestiona más que se acompaña, donde la salud corre el riesgo de convertirse en un producto más que en un proceso. Ivan Illich lo advirtió ya en los años 70: cuando la medicina se vuelve industria, nos despoja no solo de nuestra autonomía, sino también de nuestra capacidad de hacer sentido de lo que nos pasa².
Llegar al Congreso fue entrar en lo que Donald Winnicott llamaría un espacio transicional: ni del todo institucional, ni del todo alternativo. Un umbral donde las categorías rígidas se suspenden y emerge la posibilidad de estar con el otro sin necesidad de fundirnos ni rechazarnos³. Allí, en medio de mi propia agenda clínica, conferencias magistrales, las sesiones de pósters académicos y momentos espontáneos de conexión, conecté con cómo se siente esto nuevo que en AMMEV estamos intentando gestar: una comunidad diversa pero entrelazada, donde la prevención no compite con la escucha, donde el rigor científico no excluye la dimensión simbólica, donde la espiritualidad y la evidencia pueden convivir.
En este sentido, el Congreso fue también la encarnación de lo que de Sousa Santos ha llamado una “ecología de saberes”: un entramado en el que diferentes formas de conocimiento —científico, popular, corporal, emocional— se reconocen mutuamente sin jerarquías coloniales ni reduccionismos⁴. Se respiraba, de alguna manera, el inter-ser del que habla Thich Nhat Hanh: ese saber profundo de que no existimos de manera aislada, sino como parte de redes de vida, memoria, afecto y lenguaje⁵.
Una de las imágenes que más me acompañó durante los días del Congreso fue la del Kasàlà, un ejercicio poético de la República Democrática del Congo que presencié en París, cuando Lara lo propuso a un grupo de cirujanos en un coloquio llamado, justamente, “Cuerpos Compuestos”. El Kasàlà es una práctica ancestral del pueblo Lubà, donde una persona se nombra a sí misma invocando su linaje, sus vínculos, su territorio y su potencia vital. No es un ejercicio de vanidad, sino de afirmación ontológica: decirse a sí mismo en presencia de la comunidad es asumir la responsabilidad de vivir con dignidad y pertenencia. Como enfatiza Kabuta, el Kasàlà es una forma de celebrar la vida mientras se honra el entramado del cual uno emerge⁶. Decirse en voz alta, con el cuerpo presente, frente a la comunidad que atestigua y sostiene, es un acto de dignidad ancestral.
En cierto modo, en AMMEV también hicimos Kasàlà. No en forma de versos ceremoniales, pero sí en las conversaciones durante los coffee breaks, en los talleres experienciales, en los silencios compartidos, en el baile y en las miradas. Y es que toda narrativa es ya una forma de medicina, una forma de reconstruir sentido en un mundo que empuja a la fragmentación. La salud —como el Kasàlà— no es un estado, sino un relato en construcción. Como bien ha argumentado la medicina narrativa, narrarse es una manera de cuidarse¹.
Y como todo relato, está atravesado por el cuerpo. En una conversación con el equipo de AMMEV el sábado, confesé que no me gustan los “ecstatic dances”. En parte porque en Bali tuve una mala experiencia, sí, pero sobre todo porque me cuesta ceder el control. Me cuesta aterrizar en mi cuerpo cuando hay tanto que planear, que pensar, que organizar. Me cuesta habitarme plenamente en el espacio público, sin sentir que pierdo profesionalismo. Y sin embargo, como nos recuerda Merleau-Ponty, no tenemos un cuerpo: somos un cuerpo⁷. No hay salud que no pase por lo somático, por lo encarnado, por lo sentido.
Recuerdo que en uno de los paneles se dijo: “Ser madre no te hace menos médica, ni ser médica menos madre”. La frase me atravesó. Porque vivimos en una cultura que insiste en dividirnos, que nos empuja a elegir entre identidades como si fueran excluyentes. Pero la experiencia nos muestra otra cosa. Yo soy científica y soy espiritual. Soy profesora y sigo siendo estudiante. Nací en la ciudad, pero aprendí a sentirme viva conteniendo la respiración en el mar. No practico los rituales de la religión de mis padres, pero intento vivir como si todo fuera sagrado. Somos, como escribió Walt Whitman, cuerpos que contienen multitudes. Y el Congreso me recordó que no solo es posible habitar esas múltiples identidades, sino que es necesario. No se trata de escoger una y reprimir las demás, sino de aprender a convivir con todas. De integrarlas. De dejar que dialoguen en nosotras como un coro lleno de matices.
Y entonces, cuando se comprende así la identidad, -no como un punto fijo, sino como una polifonía cambiante- se vuelve evidente que la salud tampoco es una propiedad individual. Es un fenómeno relacional, contextual, eco-social. Un bebé no se desarrolla por sí solo; lo hace en el campo simbólico, emocional y sensorial de sus cuidadores, como ha mostrado el equipo del Harvard Center on the Developing Child con sus investigaciones sobre las interacciones de “serve and return”. Del mismo modo, ningún profesional de la salud puede florecer en aislamiento: necesitamos contención, comunidad, escucha. No podemos hablar de medicina del estilo de vida sin hablar también de salud del entorno, de salud narrativa, de salud relacional.
Durante tres días escuchamos quienes asistimos al evento que no hay salud mental sin salud bucal. No hay salud neonatal sin salud ambiental. No hay medicina del estilo de vida sin un estilo de comunidad. Y por eso, este Congreso no fue solo un evento académico: fue una co-creación viva de una comunidad que entiende que prevenir no es solo evitar enfermedad, sino habilitar significados, sostener vínculos, cultivar modos más humanos de estar en el mundo.
Te invito, entonces, a seguir este experimento. A escribir tu propio Kasàlà. A nombrarte desde el arraigo y desde la relación. A decir quién eres no solo por tus títulos o logros, sino por tus trayectorias, tus contradicciones, tus heridas y tus vínculos. Dite tu nombre. Evoca tus raíces. Nombra los territorios que habitan tu cuerpo. Reconoce las voces que te habitan cuando dices “yo”. Y recuerda: no busques perfección. Busca presencia.
Quizás, si aprendemos a narrarnos con más verdad, a escucharnos con más ternura, y a acompañarnos con más profundidad, estaremos no solo promoviendo la salud, sino encarnándola.
Gracias AMMEV.
Gracias comunidad.
Que esta práctica colectiva continúe.
Referencias
Charon, R. (2006). Narrative medicine: Honoring the stories of illness. Oxford University Press.
de Sousa Santos, B. (2009). Una epistemología del Sur. CLACSO.
Harvard Center on the Developing Child. (2010). Serve and return interaction shapes brain architecture. Recuperado de https://developingchild.harvard.edu
Illich, I. (1975). Medical nemesis: The expropriation of health. Pantheon Books.
Kabuta, J. (2015). Kasala : Une école de l’émerveillement : Célébrer la vie dans la personne par la louange (1.ª ed.). Jouvence Éditions.
Merleau-Ponty, M. (1945). Phénoménologie de la perception. Gallimard.
Nhat Hanh, T. (1998). Interbeing: Fourteen guidelines for engaged Buddhism. Parallax Press.
Whitman, W. (2005). Leaves of Grass: The First (1855) Edition (ed. deluxe; introducción de Harold Bloom). Penguin Classics.
Winnicott, D. W. (1971). Playing and reality. Routledge.